sábado, 5 de febrero de 2011

El pozo y las ruinas



Seg Cabrera, fotógrafo de prensa, regresa a Buenos Aires tras resultar herido cuando cubría las manifestaciones contra el G-20 en Londres.
Cuando llega a casa, comprueba que su mundo se desmorona de repente.
Su mujer le ha dejado y no le queda más que el trabajo en el diario, y el aluvión de recuerdos que se derrumba literalmente sobre su cabeza en el apartamento vacío.
Un pasado que él había ignorado, y con el que ahora se da de bruces.
Todo lo reprimido y olvidado surge incontenible, para devolverle al pozo y allí señalarle las ruinas: de su vida, de su familia, de su ciudad, de su tierra.

Relato de la circunstancia de un personaje y al propio tiempo precisa metáfora de la historia de los países que se niegan a enfrentar su pasado, El pozo y las ruinas es un arriesgado ejercicio formal plagado de collages, entrevistas y textos que se introducen como un comentario paralelo a una historia bella y trágica.
Y, sobre todo, muchas y bellas imágenes que poseen un valor esencial, pues no por azar es fotógrafo el protagonista de la historia.
Observar, ver lo que no se ve a primera vista, es la propuesta radical de esta novela que trata justamente de la complejidad de la mirada en el ser humano.
La experimentación no es aquí un mero juego de artificio, sino una herramienta que añade dimensiones novedosas a un relato que se enfrenta a lo que no se puede o quiere mirar.
Ésta es una gran novela, una obra literaria de una enorme magnitud, y también un alegato estremecedor.

Con evidente influencia de António Lobo Antúnes y W.G.Sebald, dos de los más claros renovadores de la narrativa contemporánea en cuanto al tratamiento de la imagen y de la subjetividad se refiere, El pozo y las ruinas, esta novela-máquina se inscribe con irreverencia y holgura en la brecha argentina abierta en los sesenta por Rayuela, de Julio Cortázar, y continuada dos décadas después por La ciudad ausente, de Ricardo Piglia.

Su editor, Enrique Murillo, comenta:
«Creo que es una obra literaria de enorme magnitud, de justificada complejidad narrativa y formal, tan ambiciosa como lograda.
El pozo y las ruinas narra la historia de un fotógrafo de prensa, cuenta el desmoronamiento de su matrimonio, su dificultad para reconciliarse con un pasado reprimido.
La novela consigue, a través del relato de esa historia, construir una metáfora precisa de lo que les ocurre a los países y las sociedades que se niegan a enfrentarse con su pasado, que no son pocas.
Una escena extraordinaria que cuenta la novela en su última parte arroja luz sobre todo el resto de la historia.
Entrevemos en ella a una mujer sentada en el suelo, con las rodillas dobladas y abrazada a sus piernas...
Al igual que en la elipse que recorre la tierra en el espacio, el centro ocupa aquí una posición asimétrica y desde ese lugar, como el sol, esa luz que no se puede mirar acaba por iluminarlo todo.
Debo admitir que tuve pesadillas dos noches seguidas, perseguido por la imagen de esa mujer. No debo contar más, sería como revelar en una novela policiaca quién es el asesino.
Pero hay otros elementos que me gustaría resaltar.
En toda novela compleja se cruzan los temas y subtemas, y así ocurre en esta historia.
Esta es una novela sobre la dificultad de mirar, la complejidad esencial de la mirada en el ser humano. No es por azar que el protagonista se dedica a la fotografía.
Porque observar, ver lo que no se ve a primera vista (como aquel fotógrafo de Cortázar), es uno de esos subtemas de la novela.
Me interesó especialmente el modo en que Jimena Néspolo combina el relato con una serie de materiales en forma de collage: entrevistas y crónicas de la prensa diaria; el relato de la historia de una telenovela de éxito; el cruce de emails; y, especialmente, las numerosas fotografías que recorren las páginas del libro.
Soy poco amigo de los experimentalismos, pues suelen limitarse a ser fuegos de artificio, pura retórica.
Las novedades formales introducidas por Jimena Néspolo en esta novela, en cambio, creo que sirven para añadir nuevas dimensiones a un relato capaz de la ironía y el sarcasmo, pero que también termina siendo una seria reflexión sobre la a veces patética condición humana.»

Jimena Néspolo nació en Buenos Aires el 2 de abril de 1973.
Ha sido artesana, modista, vendedora, niñera, preceptora, profesora, bibliotecaria, periodista...
Es doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires.
Ejerce la crítica literaria en distintos medios del país y del extranjero (Quimera, Pie de Página, Tramas, Oliverio, Página/12, etc.).
Dirige Boca de Sapo, revista de arte, literatura y pensamiento.
Publicó cuatro libros de poesía —incertezas (Simurg, 1999), Papeles cautivos (Simurg, 2002), La señora Sh. (Alción, 2009), Niñas (ilustrado por Marta Vicente, AH, 2010)— y escribió otros tantos.
Ha publicado el ensayo Ejercicios de pudor. Sujeto y escritura en la narrativa de Antonio di Benedetto (AH, 2004) y, junto a su hermano Matías Néspolo, compiló La erótica del relato. Escritores de la nueva literatura argentina (AH, 2009).
Admira a las personas que viven su vida —es decir, su literatura— como si bailaran una danza hermosa en el centro de una fatal hoguera.
Y escribe, en consecuencia.

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